La Pia Unión de la Hijas de María es una asociación de niñas y jóvenes católicas que aún no han elegido estado, y que buscan imitar en todo a la Santísima Virgen a través del cumplimiento de sus deberes en la vida familiar y parroquial; y que luego de un tiempo de probación, se consagran a su Santísima Madre como sus Hijas predilectas, sin ningún otro lazo que las ate más que el de un inmenso amor a su Inmaculado Corazón, la búsqueda de la perfección cristiana y la imitación de sus admirables virtudes.

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"Qui me invenerit, inveniet vitam et auriet salutem a Domino" (Quien me encuentra, encuentra la Vida y alcanzará de Dios la Salvación).Prov. 8,34

31 may 2014

Excelencia de la devoción a nuestro Ángel custodio - Parte 1



"Angelus meus vobiscum est"
"Mi ángel está con vosotros..." Baruc 4, 6

      La Religión cristiana nos enseña, que todos tenemos ángeles custodios, que nos ven aunque nosotros no los veamos: que durante la noche y durante el día, ya que que hablemos, ya sea que guardemos silencio, ya sea que descansemos o que andemos, están siempre al lado de nosotros, recogiendo todas nuestras palabras y observando nuestras acciones y todos nuestros movimientos. Nuestros ángeles custodios están encargados por la divina Providencia de nuestra seguridad para que nos acompañen y no nos dejen sino después de la muerte. Dios los ha enviado para observar todo lo que nosotros hacemos, y darle cuenta aunque él lo sepa. Él los ha puesto como testigos fieles, cuya integridad no podemos corromper, como ni tampoco sorprender la vigilancia, engañar la sabiduría, huir la presencia, ni eludir el testimonio. Vosotros podéis muy bien evitar cualquier otra presencia cambiando de vestidos y de nombre, pasando de ciudad en ciudad, de reino en reino; pero esas astucias son del todo inútiles para sustraeros de la presencia de vuestro ángel. A cualquier parte que vayáis él os sigue, aunque fuera  a las soledades más inaccesibles. Todavía hay más: no sólo él no os abandona nunca, sino que os conduce por el buen camino y os defiende contra los ataques de vuestros enemigos: él se inquieta por vosotros, y tiene un cuidado todo particular de vosotros. Así pues, ¿qué reconocimiento no debeis tener, hermanos mios, a vuestros ángeles custodios, y con qué humildad y acción de gracias no debeis agradecer todos los cuidados que ellos toman continuamente por vuestra salud? ¡Ojalá pudiese yo excitar en vosotros estos sentimientos que parecen borrados del corazón de la mayor parte de los cristianos, y despertar vuestra fe y vuestra devoción a los santos ángeles que Dios ha establecido para que os guarden!

    ¡Cuán grandes son, hermanos mios, las misericordias de Dios! Aunque pueda él hacerlo todo inmediatamente por sí mismo, se sire no obstante de las causas segundas para la ejecución de sus designios. Propiamente hablando, es Dios solo el que nos guarda, el que nos conserva, el que nos rodea por todas partes de su protección. Pero lo que él puede hacer por sí solo, quiere efectuarlo por el ministerio de los santos ángeles que nosotros llamamos comúnmente por este motivo nuestros ángeles custodios. Ellos lo son en efecto por los muchos buenos oficios que nos prestan casi a cada instante, y que el Espíritu Santo nos ha indicado en las santas Escrituras, de los que ha querido darnos una excelente idea por estas palabras que Dios dirigió a su pueblo (Éxo 23,20): Yo te enviaré mi ángel que irá delante de ti, te guardará durante el camino y te introducirá en el lugar que he preparado. Así pues, nuestros ángeles de la guarda velan sobre nosotros continuamente y nos asisten sin cesar en medios de los peligros que corremos y que nos ponen en todos momentos a riesgo de perdernos. Muchas veces nos dormimos sobre el borde del precipicio,  y nuestro ángel de la guarda nos despierta,, como lo hizo en otro tiempo con San Pedro en la cárcel (Act 9,7) Surge velociter: Despiértate, sal de este lugar, abandona esta casa, rompe estas cadenas. Otras veces nos avisa con presentimientos interiores. Nosotros no sabemos ni de dónde vienen, ni lo que quieren decir; pero si no hubiésemos sido disuadidos de ir a a tal parte según teníamos costumbre, o de dar tal paso, estábamos perdidos sin remedio. Ignoramos el cómo hemos sido preservados de aquella desgracia: pero es nuestro buen ángel, ese guardián fiel que nos conduce en todos nuestros caminos. (Continuará)