La Pia Unión de la Hijas de María es una asociación de niñas y jóvenes católicas que aún no han elegido estado, y que buscan imitar en todo a la Santísima Virgen a través del cumplimiento de sus deberes en la vida familiar y parroquial; y que luego de un tiempo de probación, se consagran a su Santísima Madre como sus Hijas predilectas, sin ningún otro lazo que las ate más que el de un inmenso amor a su Inmaculado Corazón, la búsqueda de la perfección cristiana y la imitación de sus admirables virtudes.

†
"Qui me invenerit, inveniet vitam et auriet salutem a Domino" (Quien me encuentra, encuentra la Vida y alcanzará de Dios la Salvación).Prov. 8,34

5 nov 2018

Historia de la Pia Unión de las Hijas de Maria

CAPITULO I. 
HISTORIA  DE  LA   PÍA   UNION
DE  LAS HIJAS DE MARIA.
                                                                  

Cuando Dios quiere salvar un siglo, y su Igle­sia, tiene necesidad de ser vindicada y glorifi­cada, emite un soplo divino, y se renueva la faz de la tierra. Uno de esos soplos divinos pasó sobre el mundo en los siglos doce y dieciséis para espe­cial provecho de la juventud femenina, y se ha renovado en nuestro siglo con una de esas instituciones que son un poderoso baluarte contra la corrupción de costumbres y el decaimiento de la fe. En efecto, a principios del siglo XII el Beato Pe­dro de Honestis, Canónigo Regular, instituía en la ciudad de Ravena, en Italia, en la antiquísima Iglesia de Nuestra Señora del Puerto, una Pía Unión titulada de los Hijos é Hijas de María, a la cual dieron su nombre Pontífices, Emperadores y Em­peratrices, Reyes y Reinas, como atestiguan los pocos documentos que se han podido salvar de un pavoroso incendio. Y nos es grato recordar aquí que la célebre Condesa Matilde de Canosa fue la primera de dichas hijas de María.
Al declinar el siglo XVI (desde 1594 hasta 1640) otro religioso de nuestra orden, el Canónigo San Pedro Fourier, Párroco de la Iglesia de Mattaincourt, en Francia, proveyó a su vez a la reforma de la juventud femenina, erigiendo una Congre­gación en honor de la Santísima Virgen bajo el título de su Inmaculada Concepción, y muy luego pudo palpar sus saludables efectos, pues la parroquia de su cargo se trocó en un asilo de piedad, en un refugio seguro de aquella fe y religión que parecían haberse perdido por aquellos tiempos en los otros pueblos de la católica Francia.
Mas, como suele acontecer en todas las obras humanas, las Congregaciones de los Padres Honestis y Fourier, fueron decayendo con el andar del tiempo. Dios, empero, que bien conoce las necesidades de cada siglo, volvió a suscitar en el presente, en Francia e Italia, de un modo admi­rable, tan bella y útil Congregación. En Francia, el Sr. Etienne, Superior General de los Padres de la Misión y de las Hijas de Caridad, introdujo desde el año 1847 en las escuelas de dichas religio­sas, tan beneméritas de la Sociedad y de la Igle­sia, una Asociación llamada de las Hijas de María y más tarde, conseguía que el Papa Pío IX de feliz memoria, la aprobara para los establecimien­tos de las Hijas de la Caridad.
En Italia hizo Dios otro tanto para resucitar tan provechosa institución. No quería El que sólo en Francia se viera enarbolado el estandarte de las Hijas de María Inmaculada, y no eran sólo las escuelas de las Hijas de la Caridad las que debían ver reunidas en un grupo jóvenes de menor y ma­yor edad, consagradas muy particularmente al servicio de la Emperatriz y Reina del cielo y de la tierra. Esta Pía Unión se debía extender en corto tiempo, y todas las ciudades, y pueblos de Italia debían contar con una obra tan bella y útil para la iglesia y la sociedad. Los designios de la Providencia se cumplieron  puntualmente: sacerdotes celosos, auxiliados por párrocos emprendedores, comenzaron a propagar la milicia de las Hijas de la Inmaculada, la defendieron de las calumnias, de los insultos, con que los secuaces del siglo tra­taron de aplastarla desde el principio; se ocuparon en formar leyes y reglamentos por medio de los cuales dicha sagrada milicia pudiese tener vida y fuese considerada, como un cuerpo  moral. La obra bendecida por Dios, no podía dar sino felices resultados: no contribuyó poco a esto el celo de los Obispos que echando luego de ver en ella la utilidad que recabarían las jóvenes, la encomiaron y establecieron en sus diócesis.  De ahí resultó que no sólo en Roma y en Italia sino en las más apar­tadas regiones, no existe, por decirlo así, un hos­picio, una escuela de niñas que no cuente con un grupo más o menos numeroso de jóvenes que conde­coradas con la medalla de Hijas de María, forman el consuelo de su familia y son el ejemplo del pueblo.
He ahí el origen de la Pía Unión conocida con el nombre de la Pía Unión de las Hijas de María bajo el Patrocinio de la Virgen Inmaculada y de Santa Inés V. M. que es en la actualidad la Madre de las otras.
No queremos ir demasiado lejos en lo que de­cimos; pero si nos es lícito manifestar una idea, no titubeamos en afirmar que el desarrollo impreso a esta Pía Unión, además de ser admirable, tiene algo de celestial. ¿No es probable acaso que Dios haya querido dar a la Virgen un nuevo triunfo en un siglo tan corrompido, en el cual el odio a la Inmaculada ha llegado a poderse comparar con el de los Iconoclastas?... ¡Quiera Dios que estas Pías Uniones aumenten siempre! Sólo así nos será dado poner un dique al impetuoso torrente que amenaza invadir la Europa entera.