La Pia Unión de la Hijas de María es una asociación de niñas y jóvenes católicas que aún no han elegido estado, y que buscan imitar en todo a la Santísima Virgen a través del cumplimiento de sus deberes en la vida familiar y parroquial; y que luego de un tiempo de probación, se consagran a su Santísima Madre como sus Hijas predilectas, sin ningún otro lazo que las ate más que el de un inmenso amor a su Inmaculado Corazón, la búsqueda de la perfección cristiana y la imitación de sus admirables virtudes.

†
"Qui me invenerit, inveniet vitam et auriet salutem a Domino" (Quien me encuentra, encuentra la Vida y alcanzará de Dios la Salvación).Prov. 8,34

26 jun 2014

Hoy, Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús

Coronilla al Sagrado Corazón  de Jesús

V. Deus † in adiutorium meum intende.
R. Domine, ad adiuvandum me festina
V. Gloria Patri, et Filio, * et Spiritui Sancto.
R. Sicut erat et nunc et semper.

Amorosísimo Jesús mío, al mirar a vuestro adorable corazón y al verle todo piedad y dulzura para con los pecadores, siénteme alegrar el mío y llenar de confianza que seré bien acogida por Vos. Pero  ¡ay!  ¡cuántos pecados he cometido! Mas ahora como Pedro, como la Magdalena arrepentida, los lloro y detesto, porque os han ofendido, siendo Vos el sumo bien. Sí, sí, concededme un general perdón; y quisiera mil veces morir antes que volver a ofenderos; esto es lo que os pido por vuestro mismo corazón y que pueda vivir solamente para amaros.


Recítese un Pater y cinco Gloria

De Jesús sagrado corazón,
Acrecienta en mí tu amor.

2. Bendigo, Jesús mío, vuestro humildísimo corazón y os doy gracias porque  al dármelo por modelo, no sólo con vivas instancias me invitáis a imitarlo, sino que  también a costa de tantas humillaciones vuestras me señaláis y aplanáis la vía. ¡Insensata e ingrata que fui! ¡Oh! ¡cuánto anduve descarriada! Perdonadme. No seré más soberbia, sino que de corazón   humilde entre  humillaciones os quiero seguir y alcanzar paz y salud. Fortalecedme Vos y bendeciré en eterno vuestro corazón.
Un Pater y cinco Gloria. De Jesús, etc.

3. Admiro, Jesús mío, vuestro pacientísimo cora­zón y os doy gracias por tantos maravillosos ejemplos  de  invencible   paciencia  que  nos  dejasteis. Pésame   que   inútilmente   reprochan   mi  extraña delicadeza, que no quiere sufrir la más mínima pena. ¡Ah, amado Jesús mío! infundid en mi co­razón un ferviente y constante amor a las tribu­laciones, a las cruces, a la mortificación, a la penitencia, a fin de que siguiéndoos al Calvario, llegue con Vos a la gloria y felicidad del Paraíso.
Un Pater y cinco Gloria. De Jesús, etc.

4. En la presencia de vuestro   mansísimo cora­zón, amado Jesús mío, yo me espanto por mi corazón tan diferente del vuestro. Demasiado es
cierto que yo a una  sombra, a un
gesto, a una palabra en contrario me perturbo y quejo. ¡Ah! perdonad esos mis excesos y dadme gracia de imitar por el porvenir en cualquier contrariedad vuestra inquebrantable mansedumbre y pueda gozar de una paz perdurable y santa.
Un Pater y cinco Gloria.  De Jesús, etc.

5. Tribútense alabanzas, oh Jesús mío, a vuestro generosísimo corazón vencedor de la muerte y del infierno, pues  bien  se las merece  todas. Yo me confundo más y más al ver mi corazón tan pusi­lánime que teme por cualquier hablilla y respeto humano;  pero no será más así. De Vos imploro tan constante  fuerza que peleando y ganando en tierra, triunfe un día alegremente con Vos en el cielo.
Un Pater y cinco Gloria. De Jesús, etc.

Dirijámonos a María consagrándonos siempre más a ella y confiando en su maternal corazón, di­gámosle: Por las grandes prendas de vuestro co­razón dulcísimo, alcanzadme, oh gran Madre de Dios y Madre mía, verdadera y estable devoción a1 Sagrado Corazón de Jesús, Hijo vuestro, para que encerrada en él, con mis pensamientos y afectos cumpla con todos mis deberes y con generosi­dad de corazón sirva siempre, pero especialmente en este día, a Jesús.

V. Cor Jesu flagrans amore nostri. (Corazón de Jesús, ardiente de amor por nosotros.)
 R. Inflamma cor nostrum amore tui. ( R. Inflama nuestros corazones con vuestro amor.)



 OREMUS.

Concede quaesumus onmipotens Deus, ut qui in sanctissimo dilecti filii tui Corde gloriantes, praecipua in nos caritatis ejus beneficia recolimus, eorum páriter et actu delectemur et fructu. Per eudem Christum Dominum nostrum. Amen.


14 jun 2014

Excelencia de la devoción a nuestro Ángel custodio - Parte 3 Final

Image result for angel custodio hija de mariaNosotros debemos honrar á nuestros ángeles custodios, darles gracias, invocarlos, y seguir sus inspiraciones. Es cierto, que el culto y la invocación de los santos ángeles, ó la veneración que la Iglesia ha tenido siempre por esos espíritus bienaventurados, no es en ninguna manera contraria al precepto de honrar y amar á Dios solo. Y en efecto, ¿sería posible hallar á alguno tan insensato para imaginarse que, porque un rey hubiese prohibido á cualquiera de sus vasallos el tomar el título de rey, y permitir que se le hiciesen los mismos honores que se hacen á su persona, fuese esto un indicio de que no quería que se honrase á sus ministros y á sus oficiales? Porque, aunque los cristianos honren á los ángeles siguiendo el ejemplo de los santos del antiguo Testamento, ellos se guardan bien de tributarles los mismos honores que á Dios. Así, cuando leemos que los ángeles han rehusado ciertos honores de parte de los hombres, esto ha sido porque en aquellas ocasiones se quería tributarles el ho­nor supremo que no es debido sino á Dios solamente. Y si Dios ha querido que se hiciesen tantos honores á los reyes, por medio de los cuales él gobierna este mundo; ¿por qué no debe ser permitido hon­rar a los ángeles, que son los ministros de quienes se sirve, no solo para el gobierno de su Iglesia en particular, sino también para el de todo este universo, y con el auxilio de los cuales somos librados todos los días de mil peligros, tanto del alma, como del cuerpo?
Entremos por lo tanto en los sentimientos de la Iglesia, y haga­mos todos nuestros esfuerzos para honrar á nuestros ángeles custo­dios. Oigamos a san Bernardo: Nosotros debemos tener, dice este Padre (In Psalm. Qai habitat) , un grande respeto a la presencia de nuestros ángeles tutelares, reverentiam pro praesentia-. su exce­lencia, su santidad, su dignidad nos inducen a ello. La majestad de los reyes de la tierra imprime tanto respeto, que su sola presencia nos mantiene en el deber. Pero, dice Jesucristo (Matth. XI, 11) el que es más pequeño en el cielo, es más grande que todo lo que hay di más elevado en la tierra: el último de los ángeles es más noble que el más grande potentado de este mundo: y siendo esto así, ¿con qué respeto no debemos estar delante de ellos, pensando que siempre están presentes á Dios, y al mismo tiempo siempre presentes a nosotros? Cuando nuestras pasiones quieren arrastrarnos a alguna acción indigna, imaginémonos, decía un sabio, que estamos delante de una persona de eminente virtud y de grande autoridad: este solo pensamiento nos contendrá. El consejo es bueno; pero sería mucho más eficaz si nuestra imaginación nos representara a esta persona realmente presente. Ahora bien, nuestro ángel de la guarda, ese espíritu tan noble y tan puro, está realmente presente a nosotros: y en este supuesto ¿cómo nos atreveríamos a hacer delante de él lo que nos avergonzaríamos de hacer en la presencia del último de los hombres? ¿Creemos acaso que sea insensible a un desprecio tan grande? ¿Y no tememos sus consecuencias?
2.° Si, en sentir de san Jerónimo (Lib. ni, Comment. in cap. 10 Matthei), es una prueba incontestable de la excelencia de nuestras almas el saber, que apenas son ellas creadas, cuando Dios les destina un príncipe de su corte para que tome cuidado de ellas y se encargue de conducirlas; sin embargo esto no es cosa que deba sorprendernos, puesto que está en el orden de la sabiduría de Dios el emplear esas inteligencias, como a oficiales suyos, en el gobierno de este vasto universo. Pero, el que esos espíritus inmortales, tan superiores a nosotros por su naturaleza, y dotados de aquella plenitud de felicidad de que disfrutan por la posesión del mismo Dios que es su supremo bien; que esas criaturas, digo, tan nobles, tan excelentes, tan perfectas, estén destinadas a conducir, no solo a príncipes y monarcas, sino también al mas ínfimo de todos los hombres y al mas miserable que exista sobre la tierra, y saber que se aplican a ello con todo el cuidado que pueda imaginarse, y que consideran este empleo como el mayor y el mas glorioso: esto es, hermanos míos, lo que debe causar admiración a todos los hombres, y ser no menos el motivo de su agradecimiento. La felicidad de que disfrutan, no les impide aliviar nuestras miserias: ellos están en el cielo, y conversan con los hombres sobre la tierra a un mismo tiempo: ellos alaban y bendicen al Criador, y están atentos á las necesidades de las criaturas.
De esto se sigue, que pueden considerarse esos espíritus bienaventurados bajo dos aspectos, que ambos se expresan con el nombre de ángeles, el cual es tomado de su oficio y no de su naturaleza, y significa mensajeros, embajadores, y enviados. Esto lo explicó muy bien san Bernardo. Esos espíritus puros, dice, dirigiéndose a Dios, son los vuestros y los nuestros a la vez, es decir, son vuestros embajadores cerca de los hombres, y al mismo tiempo son los enviados de los hombres cerca de Vos. Ellos no se contentan con tomar cuidado de nosotros, prestarnos toda clase de buenos servicios, procurarnos toda especie dé bienes, preservarnos de mil peligros, librarnos de infinidad de males: ellos presentan también nuestras oraciones a Dios, y nos traen sus gracias: ellos nos llevan, por decirlo así, en sus manos; y cuando tenemos la desgracia de caer, nos ayudan á levantarnos de nuestras caídas. ¿Qué reconocimiento no les debemos por tantos y tan grandes beneficios?
3.° El poder y el crédito de los santos ángeles se emplea continuamente y en toda su integridad á favor de nosotros, por nuestros asuntos, por nuestras necesidades; porque, como acabo de decirla, son nuestros ángeles cerca de Dios, y nuestros guías sobre la tierra. Ellos nos protegen contra nuestros enemigos, nos apartan del mal, y nos incitan al bien por medio de las buenas inspiraciones que nos dan, y las gracias que no cesan de procurarnos, rogando por nosotros. La misma Escritura santa nos dice (Tob. XII, 12), que esos espíritus bienaventurados presentan al Señor, no solo las oraciones y las lágrimas de los individuos en particular, sino también que se interesan por las provincias y los reinos (Dan.X, 12). Así es que está llena de testimonios que autorizan la invocación que les hacemos. Jacob pidió al ángel, con quien había luchado, que le bendijera (Gen. XXXII, 26): y hasta le obligó a ello, protestándole que no le dejaría ir sin que antes hubiese recibido su bendición. Y no solo invocó a este ángel á quien veía, sino también á otro al que no veía, como se desprende de estas palabras que dirigió a los hijos de José (Gen. XLVIII, 16): Proteja y bendiga a esos niños el ángel que me libró de todo mal: Angelus, qui eripuil me de cundís malis, benedicat pueris istis. Y en vista de ello, ¿qué no debemos esperar nosotros del socorro de nuestros ángeles de la guarda? ¡qué intercesión más poderosa ! ¡y con qué confianza no debemos implorar su asistencia!

Nosotros debemos acudir a nuestros ángeles custodios en todas nuestras necesidades, principalmente por la mañana y a la noche todos los días, y en dos ocasiones particulares, la primera de las cuales es cuando deliberamos ó queremos emprender algún asunto importante en el cual tenemos necesidad de consejo y de asistencia. Pidamos a nuestro buen ángel que nos guie en este asunto, de ma­nera que no lo emprendamos si no es conforme a la voluntad de Dios, para su servicio y nuestra salvación, y que nos asista para concluirlo felizmente. Este medio es muy eficaz para que tengan un buen efecto nuestras oraciones, y para atraer la bendición del cielo sobre todas nuestras empresas. Es imposible que dejen de tener un feliz suceso teniendo tan buen conductor, que es a un mismo tiempo muy fiel, muy poderoso y sumamente sabio. La segunda ocasión es cuando nos vemos atacados de alguna tentación, y expuestos al pe­ligro de ofender a Dios. Cuando viereis, dice san Bernardo, que os amenaza de cerca una grande tentación, ó que se acerca una grande tribulación, invocad á vuestro custodio, á vuestro guía, á aquel que os socorre con oportunidad en vuestras necesidades. En una pala­bra, encomendaos á él todos los días de vuestra vida: rogadle que vele sin cesar sobre vuestra conducta: sed dóciles y fieles en seguir las santas inspiraciones que él os sugiere: pedidle que os preserve de los males de esta vida, y en especial del pecado que es el mayor de los males, y que por fin os conduzca á la vida eterna. Amén.